jueves, 1 de enero de 2009

¿Conformistas o Inconformistas?

¿Qué valoran realmente las empresas, que las personas tengan criterios propios o que acepten de forma sumisa las opiniones mayoritarias? ¿Qué se prefiere al inconformista, capaz de pensar por si mismo, o al conformista, incapaz de decir lo que piensa (en el que caso de que sea capaz de pensar algo, claro…)? ¿Cómo solemos ser conformistas o inconformistas?

Es posible que en el cine o a lo largo de la historia, el inconformista haya sido constantemente venerado, pero normalmente no suele ser muy apreciado. En el mundo de la empresa, sin duda, se tiende a preferir al conformista, normalmente disfrazado de pelota mediocre (que siempre está de acuerdo con todo y nunca objeta nada) y no a aquel que en un determinado momento es capaz de cuestionar una determinada posición. Parece que el pensamiento asusta…

Normalmente el inconformista suele ser tachado de raro, problemático e indomable… y todo por tener una opinión diferente al resto. ¿Cómo lo sabemos? Existen numerosos experimentos de psicología social que avalan esta conclusión, en el realizado por Stanley Schachter, se reunieron varios grupos de estudiantes para analizar el historial de un delincuente llamado Johny Rocco. Después de leer el caso, se le pidió a cada uno de los grupos que sugiriera un tratamiento para Johny dentro de una escala (desde un tratamiento muy suave a un tratamiento muy duro). El grupo típico estaba compuesto por nueve participantes, tres de ellos eran cómplices pagados por el experimentador que se turnaban para representar tres papeles distintos: el de conformista (que adoptaba la posición mayoritaria en el grupo), el de inconformista (que adoptaba una posición opuesta a la orientación general del grupo) y el de deslizante (que pasaba de una posición inconformista al principio, a una posición conformista al final). Los resultados de Schachter mostraron claramente que el más apreciado por el grupo era el conformista, y el menos apreciado el inconformista (quedando en medio el deslizante).

¿Pero que sería de las empresas sin inconformistas? La nada. Los cambios siempre son iniciados por personas que cuestionan el “status quo”, por personas que no se conforman con hacer las cosas como siempre, por personas que no dicen frases del tipo “es que siempre lo hemos hecho así”…

Pero también es cierto, que existen inconformistas patológicos. Este tipo de individuo siempre está en contra de todo, y normalmente no aporta alternativas viables. El problema del inconformista patológico es que, al igual que el conformista, no piensa; simplemente está en contra. Tan malo es lo uno como lo otro.

En cualquier caso, una empresa sin inconformistas, a largo plazo, es una empresa enferma…

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