jueves, 1 de enero de 2009

La Empresa debería ser un humanismo, pero…

Hace un tiempo cayó en mis manos un pequeño libro de éxito internacional con un título desconcertante: “Buenos días pereza. Estrategias para sobrevivir en el trabajo”. Su autora, Corinne Maier comienza con una afirmación sorprendente: “La empresa no es un humanismo”. Sus argumentaciones, sencillas, cínicas, corrosivas, y en muchos casos incuestionables, nos animan a desvincularnos de forma activa respecto a la empresa en la que trabajamos. Afirma que la empresa está acabada, que ya no es el lugar del éxito, que el ascenso social está bloqueado, que los títulos académicos ya no proporcionan ninguna seguridad, que las jubilaciones están amenazadas y que, en definitiva, la carrera profesional ha dejado de estar garantizada.

Ante este panorama, Corinne Maier advierte una realidad: la mayor parte de los jóvenes universitarios (sobradamente preparados) mendigan tristes y oscuros empleos en la administración pública. Sin duda, esta última afirmación es realmente cierta en España, ya que diferentes encuestas realizadas a universitarios de último año de carrera constatan que su máximo anhelo es convertirse en funcionarios. Las razones de esta “vocación” desmedida por la administración pública son básicamente dos: seguridad y horario. Los jóvenes españoles quieren un trabajo seguro y mucho tiempo libre. Lo cierto es que es una opción muy respetable; pero es triste, muy triste que todo un país quiera ser funcionario. Esta patología social no es más que el reflejo de un problema todavía más preocupante: muchas empresas se han deshumanizado y han creado entornos sociales terribles, desmotivadores y enfermos (en algunos casos muy enfermos) en los que la incertidumbre es total, y de los que todo el mundo quiere huir.

Pocos meses después, cayó en mis manos otro libro inquietante: “La Corrosión del Carácter”, de Richard Sennett. Sennett argumenta que a lo largo de la historia, la gente ha aceptado que la vida cambia de repente, por culpa de las guerras, las hambrunas y otras catástrofes (para vivir hay que improvisar). Pero, lo que hoy tiene de particular la incertidumbre es que existe sin amenaza de un desastre histórico; y en cambio, está integrada en las prácticas cotidianas de un capitalismo vigoroso. La inestabilidad es algo normal, y posiblemente la corrosión del carácter sea una consecuencia inevitable.

Ahora bien, si esto es así, ¿Qué podemos hacer ante entornos sociales deshumanizados y ante la incertidumbre en la que nos ha tocado vivir?

La primera opción, como comentamos, es ser funcionario. Parece ser que esta es la apuesta de miles de universitarios (y no universitarios), ya que según las encuestas el 65% de los estudiantes universitarios españoles tienen como gran objetivo en la vida ser funcionarios (manguitos ¡ya!, empresas fuera…). La gente mata por un puesto burocrático en cualquier organismo público (da igual el puesto y el sueldo…). Si eliges esta opción debes saber que cobrarás una nómina a fin de mes (para siempre), y que además irá subiendo a lo largo del tiempo. ¿Qué se te pide a cambio? Sólo debes presentarte todas las mañana en un sitio, da igual lo que hagas una vez allí. Es cierto que madrugar para ir a “fichar” es duro, y más si el trabajo que tienes que realizar te trae al fresco. Posiblemente esta opción no hará que tu carácter se “corroa”, pero posiblemente te hará eternamente infeliz (o no, quién sabe…). Según Sennett esta sería la opción perfecta para el desarrollo del carácter, una vida sin incertidumbre, en la que sabrás el día en el que te jubilarás e incluso el dinero del que dispondrás en tu plan de pensiones. Una vida para personajes de carácter pero sin destino (como diría Ferlosio). Además, de desarrollar tu carácter en el trabajo (a base de vivir en un eterno día de la “marmota”), podrás disponer de infinito tiempo para continuar desarrollándolo fuera de él.

La pregunta en este caso es: ¿qué prefieres, la infelicidad de la rutina que adormece tú mente (pero que no corroe tu carácter), o la corrosión del carácter que te deja sin vida (pero que despierta tu mente)? Difícil decisión: ¿tiempo sin neuronas o neuronas sin tiempo?

Otra opción es decir ¡adiós! al trabajo por cuenta ajena, y convertirte en emprendedor. Evidentemente esta opción corroerá tu carácter, pero te ofrece al menos ciertos niveles de libertad y de autorrealización (si te gusta lo que haces, claro). En este caso hay que elegir entre: ¿libertad que te corroe el carácter por cuenta propia o neo-esclavitud que igualmente te corroe el carácter, pero por cuenta ajena?

La pregunta es: ¿Pero qué está pasando en las empresas? La respuesta ya nos la daba Corinne Maier: la empresa está dejando de ser un humanismo, hecho que sin duda es muy preocupante. Pero todavía lo es más la falta de ilusión con la que mucha gente trabaja, en un entorno que supuestamente es cada vez más exigente.

En definitiva, la empresa debería ser un humanismo, pero en muchos casos no lo es…

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